Huían como cometas
los sueños de tu frente
una tarde
como otras muchas tardes
de farragosa siesta en el estío
ya húmedos los dos entre las sábanas
Descendían por sendas y breñales
hasta el remanso de las pozas
allí donde los lucios
—buches sin fin que no se apiadan
de los sapos ni en la cópula—
amenazaban entre sombras
al rececho
Era la hora más desierta
la hora de la leva
cuando miriadas de libélulas
de moscas y zancudos
holgaban sobre el cauce
y su agitada cáscara de larvas
entre bandadas de alevines
Allí los dos entre vagidos
primos ahijados por los chopos
y los lirios
en un recodo fresco entre dos besos
y los ángulos más umbríos de la piel
adivinábamos
valor orgullo y vanidad
un porvenir feraz si no dichoso
y a la vez
vergüenza vértigo y vacío
Primer atisbo de la muerte
el cuerpo se iniciaba en los arcanos
para constancia de la vida
Todo era anuncio —también resumen
A una brazada sola el horizonte
los rebalses y meandros
ya daban cuenta del anciano
como la torrentera y el arroyo
fueran las marcas del bautismo
carisma la corriente
y también unción extrema
surtidor y venaje la niñez
lumbre del agua
Un país de nubes la juventud
y la madurez
plagas aún mil veces por batir
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