A cualquier parte donde se inclina la asidua intención del alma, allí afluyen también los espíritus, que son los vehículos y los instrumentos del alma. Los espíritus son producidos en el corazón por la parte más sutil de la sangre. El alma del amante es arrastrada hacia la imagen del amado inscrita en la fantasía y hacia el amado mismo. Allí son atraídos también los espíritus y, en su obsesivo vuelo, se agotan… A causa de esto se disuelve la sangre más pura y clara y sólo queda la sangre impura, espesa y negra…
MARSILIO FICINO
Así te ves mejor, crucificado.
Bien quisieras herir, pero no puedes.
Quien acertó a ponerte en este estado,
no hizo cosa mejor. Que así te quedes.
A. R. PLACENCIA
CIEGO DIOS
Suspenso: desde allí
(desde nuestra ventana, de la noche
súbitamente entre aguas
los dos ojos)
el mismo enamorado hermano azul
—a él yo también lo amaba siempre—
o rojo: en desvelados signos rítmicos
de anuncio luminoso
sobre gotas
de lluvia en el cristal —azogue frío,
es invierno
Asimismo yo, ¿Narciso,
no la leyenda, Aminias, el mito, Eco,
tú al desmembrarte en un oscuro cuarto
de Atocha, a solas? Río
me despierto
I
La bombilla pelada a solas pende
del techo de mi cuarto
de otro cuarto
en donde había un plafón dorado...
Arbitraria
claridad descarada
cara única
una mesa de camilla
en el pasado
forrada de formica
estante
de pino desbastado con ladrillos
como libros (un Testut
y la nómina anatómica
el Ham
las mismas Tesis de Mao)
ya me destierran
a un mismo hilo:
—Llueve
has desaparecido
II
Desolada
memoria de los sueños, pulso,
luego nocturno espacio solo,
ámbito donde un día tenté el cuerpo
tuyo, a ciegas junto al mío
hasta rozarte
sonámbulo de pena palpitante
Sístole, diástole,
insurgentes
parteolas de tu vientre,
salvada la barrera de las ropas,
las sombras de mi mano agitan
en ese pozo pesadillas:
el agua nunca está en reposo
no te inquietes, respira, siente
imaginarios peces voladores,
impalpables volúmenes
ardientes
III
Del techo de mi cuarto
de otro cuarto
ya toma sitio todo con el tiempo,
yo mismo soy pasado y lo que siento,
la sitiada ciudad de los fantasmas,
sobresalta la memoria:
Te negaré tres veces antes de que
cante al gallo
—espolón de filo en alto—
su victoria
Como relámpagos de piedra
sobre este instante que se cierra
caen los libros del estante
Tiembla
IV
Ya no tiembla el deseo
Aminias
tú lo sabes
y lo dices al darme la espada
Narciso
Yo maldigo tu nombre
circundándome
no de palabras
como hiedras
empujándome
—azul, rojo: abro la ventana—
al papel de la espada
a la espera del tajo
a la caída fatal
de un borrón
último de tinta
V
A solas para siempre en lo alto de la cuerda
de la nada
funámbulo
entre saltos
y piruetas
al dar un paso en falso
ya tu cuerpo recorro en densos sueños
—tu cuerpo
ahí debajo—
entre la muchedumbre bien suspenso
A sal me sabes
ácida espuma que levanta el ritmo
último de la sangre
Brota el semen
de la muerte
Rey Midas
Notas
Más acá del espléndido soneto del citado sacerdote mexicano, Alfredo R. Placencia, así titulado, ciego Dios también es el Amor clásico de la tradición grecolatina.
Más acá del espléndido soneto del citado sacerdote mexicano, Alfredo R. Placencia, así titulado, ciego Dios también es el Amor clásico de la tradición grecolatina.
Aminias y Narciso
En una formulación arcaica —una leyenda beocia— del mito de Narciso (vecino del río Helicón. a quien Tiresias, el adivino cegado por haber visto el cuerpo de Atenea sin velos, vaticinó que llegaría a la vejez mientras no se conociera a sí mismo), se enamora de él un muchacho, Aminias. Harto de sus reproches y requerimientos, Narciso lo rechaza y le obsequia una espada para que le dé uso. Antes de suicidarse en el umbral de la casa de su amigo, Aminias lo maldice: “¡Ojalá llegues a amar a alguien como yo te he amado, y que nunca seas correspondido!”. Preso del conjuro, poco después, al contemplar su rostro en las aguas del río, Narciso se enamora instantáneamente de su mismo reflejo: y al no hallar respuesta a su amor, se dejará morir de hambre. La psicología contemporánea ha prestado mucha atención a lo que encierra este mito, transformado por Pausanias y otros autores griegos, muy especialmente las familias que exploran el inconsciente, desde Freud o Jung hasta Lacan; sus interpretaciones de la homosexualidad por lo general la vinculan con vivencias edípicas que afectan al narcisismo del yo.
Un Testut / y la nómina anatómica / el Ham…
Libros de anatomía e histología que se estudiaban en las facultades de medicina hasta los años 80 del pasado siglo.
Como relámpagos de piedra
Verso del poema “Diapasón del infinito”, de Antonio Colinas.
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