Tulio H. Demicheli entrevista a Mario Vargas Llosa en la calle cuando apareció "La Fiesta del Chivo" en marzo de 2000 |
¡Bingo! Hace trece años ABC anunció desde su
portada, tras una divertida conjura para romper todos los candados editoriales,
la aparición de La Fiesta del Chivo
(Alfaguara), novela de ambición mayor como antes lo fueran Conversación en la catedral o La
guerra del fin del mundo y mucho después El sueño del celta, sin desmerecer ello el aliento de La ciudad y los perros, La Casa Verde, La tía
Julia y el escribidor, Pantaleón y las
visitadoras y de todos los libros que ha ido entregando a la imprenta hasta
ayer mismo.
Trece años después, a la pregunta: “¿Cuál es la
mejor novela española del siglo XXI?”, escritores, críticos, profesores y académicos,
todos ellos lectores muy respetados, han confesado en una encuesta realizada
por ABC que lo fue este relato de
una conspiración para abatir a un dictador siniestro. Y que en realidad es un
texto inaugural: lo mejor del siglo XXI se publicó el año 2000 pero su parto se
había dilatado veinte años… Aquí te cojo y aquí te mato. En Sofía, capital de Bulgaria,
por un momentito y gracias al teléfono móvil, capturamos al novelista por los
buenos oficios de su esposa, Patricia Llosa. Y él se ríe: “No sabía que tenía
tantísimos amigos”.
–Dicen
que la novela ha muerto.
–Eso es una tradición tan antigua como la novela
misma. A finales del siglo XIX fue un adagio casi temático: Zola, Galdós, hasta
los hermanos Goncourt decían: “Estamos
asistiendo a la desaparición de la novela”.
Pero la novela estaba y está muy viva. Tanto que hoy vive un gran
florecimiento: hay escritores audaces y de gran diversidad. No soy nada
pesimista. Sigue habiendo ilusión. La novela es un muerto que goza de muy buena
salud en España y América Latina.
–Todo
el mundo habla de crisis y de que la era digital acaba con la lectura
reflexiva…
–Pero hay nuevos escritores con audiencias que nunca
se han tenido en el pasado. Miren, en medio de una crisis tan seria como la que
estamos viviendo, en realidad, la vida cultural no está sufriendo, porque en
los momentos de crisis, siempre hay mayor creatividad: la literatura, al igual
que las otras artes, es una tabla de salvación y un refugio ante un mundo que
nos parece caótico. Hay un malestar difuso que no encuentra cómo expresarse y
la literatura lo objetiva. Produce un mudo placer, divierte y, al mismo tiempo,
es una crítica radical a lo que subsiste. Por eso las dictaduras han querido
siempre controlarla, acallarla con la censura, someterla considerando que es
una actividad peligrosa.
–Así
lo fue siempre para usted, que en sus novelas mayores ha comprometido Historia
y a veces autobiografía.
–Efectivamente, todas son novelas que tienen una
vinculación con la Historia, lo cual no quiere decir que sean momentos de la
Historia novelados, porque en todas, aunque haya una materia prima histórica,
probablemente la ficción y la invención sean mucho más importantes que la mera
relación histórica. En todas me he tomado muchas licencias y trabajé con la
libertad del escritor que escribe ficciones. Ahora bien, pues sí, la materia prima
está tomada de la Historia aunque, generalmente, quise respetar los hechos
históricos básicos, aun utilizando personajes históricos como si fueran de
ficción, y personajes de ficción a los que he atribuido muchos hechos de
personajes históricos.
–Y
siempre contra la injusticia, como motivo recurrente…
–Desde luego esa es una constante, pero no contra la
injusticia, sino contra las injusticias, porque lo son tanto sociales como
políticas, culturales, religiosas, individuales… Creo que sí, que además esa es
una característica de la literatura en general. La literatura suele dar más un
testimonio sobre el sufrimiento que sobre la felicidad humana; y sí creo que la
novela española como la iberoamericana siguen esa constante.
–¿Compromiso
del escritor con la sociedad en la que vive y a la que exorcisa con sus
ficciones?
–Claro, la literatura es un contrapoder y ha
demostrado siempre que la realidad está mal hecha, que la realidad no es esa
que dicen los poderes establecidos. Y por eso, ella es una especie de
contrapunto que tiene que ver muchísimo con aquello que no vivimos y que
quisiéramos vivir, que no tenemos y que quisiéramos tener…
–¿No
le asusta el fin de época que vivimos, en el que nadie se anima a decir la
verdad, a señalar que lo que se avecina nada tiene que ver con lo que fue?
–Sí, quizá nos enfrentamos a un fin de época, como
hubo tantos otros a lo largo de la Historia, incluso mucho más dramáticos y
sangrientos. Ocurre, también, que se ha confundido ficción con realidad. Pero
estamos ante el paisaje de una transición a una sociedad que, para ser, habrá
de tener una mayor racionalidad, mayor justicia y equilibrio, y debemos evitar
que los errores ya cometidos se vuelvan a repetir. Creo que la literatura da
una buena perspectiva para valorar las raíces de la crisis.
–El
paradigma nacido tras la segunda guerra mundial, el de una economía social de
mercado, eso que llamaron Sociedad del Bienestar, parece estar amenazado por el
desplazamiento de la hegemonía económica de las democracias occidentales hacia
un capitalismo despótico que emerge de las cenizas del “socialismo real”
soviético y chino…
–Sin ninguna duda, pero el viejo comunismo no es
alternativa. El comunismo ha sido un fracaso. Cuba y Corea del Norte hoy son
dos anacronismos patéticos.
–¿Podemos
exportar “democracia” cuando nuestras mejores empresas, deslocalizadas, medran
gracias al trabajo esclavo en el Tercer Mundo, y ni siquiera crean riqueza
aquí, abandonando a todos al desamparo?
–Tenemos una democracia imperfecta, pero no hay
alternativa mejor. Tenemos que reestructurar las instituciones, reforzar la
legalidad, la justicia y distribuir mejor la riqueza. Los nostálgicos del
fascismo y del comunismo están al margen. Las dictaduras de América Latina no
tienen salida. Ni la dictadura senil de los hermanos Castro, más de cincuenta
años en el poder. Ni la juvenil dictadura venezolana de Hugo Chávez, porque la
mayoría de sus ciudadanos le han vuelto la espalda a su heredero.
Al fondo se escucha a Patricia Llosa: “Mario, nos
tenemos que ir”. Y esta breve conversación se acabó. “Gracias a todos”, se
despide el novelista.
Esta breve entrevista se publica hoy en el diario ABC.
Mario Vargas Llosa siempre es un valor seguro, aunque en 'El sueño del celta' anoté en su día algunos descuidos. Sigo leyéndolo con fruición. Tu entrevista, que no conocía, es muy buena.
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